viernes, octubre 26, 2018

LA LEYENDA


"La leyenda cuenta que en el despoblado de Aldea del Conde existía una ermita con una imagen tan bella que todos cuantos acudían a contemplarla quedaban fascinados ante tanta hermosura.
Ermita que fue construida con el dinero que aportó un brigadier llamado D. Rodrigo, que se lo había ganado ayudando a reconstruir la muralla de Talavera la Real.
Y así fue, esta historia comienza a finales del año 1704 cuando llegan a Talavera el marqués de Tesse y su ayudante el brigadier Don Rodrigo con la finalidad de hacer unos planos para reconstruir la muralla que casi estaba en ruinas después de haber sufrido durante veintiocho años los estragos de la guerra  con Portugal.
Lo primero que hicieron estos dos caballeros fue tomar posesión de los alojamientos que les habían preparado en la casa de un noble que vivía en la calle Pozo, junto al hospital y muy cerca del cuartel. Lo segundo fue buscar un mesón para calmar el hambre y la sed del camino.

Lámina I que acompaña a la publicación.

Bien informados, se encaminaron al mesón que se hallaba pegado a la muralla, cerca de la Puerta de Lobón. Allí los recibió Miguel Sánchez y fueron servidos por su bella hija Beatriz.
Desde el momento que aparece la hermosa mesonera ante los ojos de Don Rodrigo el amor brota de sus corazones y durante el año que el brigadier estuvo enseñando a los talaveranos a utilizar la piedra y la arcilla para edificar unas modestas murallas no pasó ni un solo día sin encontrarse los dos amantes.
Una noche, al regresar a sus aposentos, le informa el marqués de Tesse que deben partir al día siguiente pues les reclaman en otra ciudad ya que aquí el trabajo está casi acabado.
El dolor que le produce esta noticia es como una daga clavada en su corazón. Regresa raudo junto a su amada y le jura amor eterno y un pronto regreso para tomarla como esposa.
Amanece cuando cruzan la Puerta de Lobón y salen a la campiña. Caminan a lomos de sus cabalgaduras y se alejan. Feliz el marqués de regresar junto a sus seres queridos y triste Don Rodrigo por separarse de su amor.
Antes de perder de vista la ciudad se vuelve el brigadier para que sus ojos acaricien por última vez las murallas de la ciudad. El corazón se le encoge al contemplar columnas de humo que se elevan al cielo. La sombra de la tragedia planea sobre las lejanas murallas.
Regresa galopando a Talavera, cruza las murallas y contempla casas saqueadas e incendiadas, corre al mesón y se derrumba al ver a su amada muerta en medio de un gran charco de sangre.
Todo había sido muy rápido, una banda de forajidos, de las muchas que cruzan la frontera para saquear y matar, penetraron en el pueblo y expoliaron las primeras casas que encontraron.
Tan grande fue su dolor que no se marchó de Talavera hasta ver construida una ermita en el sitio desde donde miró por última vez el pueblo de su dulce Beatriz."


Lámina II que acompaña a la publicación.

Esta leyenda se publicó en la revista escolar "El Progreso", era el número 3, con fecha marzo de 2005. Esta periódico lo editaba el C.P. San José de Talavera la Real. Y el autor de la leyenda firmaba "ANGOYU". (Ya hablaremos en otra ocasión de estas curiosas, interesantes, amenas y educativas revistas escolares de nuestro pueblo).
Hasta la fecha no hemos podido averiguar quien se esconde tras este pseudómino, aunque tenemos algunas fundadas sospechas. 
Tampoco conocemos ningún documento que acredite que esta historia sea real, más bien, como su título refiere, sea una leyenda. No podemos ignorar, por otro lado, que algunos personajes existieron realmente como el Marqués de Tesse, Don Rodrigo e incluso el mesonero Miguel Sánchez. 
Los lugares que menciona, como la Puerta de Lobón, junto a las murallas, Aldea del Conde y su ermita, la casa noble en la calle del Pozo, el cuartel o fuerte, son sitios documentados históricamente.
Adjuntamos algunos de los dibujos que acompañaban a esta leyenda en el periódico escolar.

Nos agrada compartir con vosotros estas pequeñas historias.

Cristóbal Cansado y Antonio Gómez. Abril de 2018.

Publicado en el diario digital "Talavera con V" el 8 de abril de 2018.


EL RELOJ


Desde tiempos inmemoriales los viajeros que ahora circulan por la Nacional V, o la E 90, antes de construirse esta autopista lo hacían por lo que nosotros conocemos como la Carretera. Eran viajeros que iban camino de la Corte (Madrid o Lisboa) o regresaban de este destino. Y no tenían más remedio que pasar por Talavera la Real porque estábamos en ese camino, es más, tenían que atravesar el pueblo porque ese camino Real, o camino del Rey pasaba por la mitad del pueblo. Hoy en día ese camino Real es lo que conocemos como la calle Real.
Para que los viajeros hicieran un alto en el camino Talavera contaba también con uno o dos mesones, según las épocas.
Bueno, a lo que vamos, que nos salimos de la carretera y nos metemos en caminos y vereas.
Entre estos viajeros era muy común que escribieran crónicas de estos viajes, algunas se publicaron, y muchas han llegado a nuestros días. Y es aquí donde queremos llegar, o es desde aquí desde donde vamos a partir para nuestra crónica de hoy.


Lámina de niño y caballero, éste lleva el reloj de bolsillo asomando por la cintura.


En estas crónicas, de manera más breve que amplia nos han ido desvelando “secretos” o peculiaridades de nuestra pequeña aldea. Indudablemente no podemos esperar que se recreen el mismo tiempo en nuestro pueblo que en enclaves mucho más importantes, Badajoz, Mérida, Cáceres…
Hoy nos vamos a detener en un suceso curioso que ocurrió en septiembre de 1760. El viajero de ese momento fue Joseph (Giuseppe) Baretti. De origen italiano pero residente en Inglaterra, viaja varias veces por España y Portugal. Las peripecias de este viaje se detallan en su libro “Un viaje desde Londres a Génova, a través de Inglaterra, Portugal, España y Francia”. Publicado en Inglaterra en 1770.
Desde Badajoz llega nuestro cronista a Talaveruela el 23 de septiembre de 1760. Se aloja en el mesón de los Caballeros, uno de los 2 que había en aquellos años en Talavera. Tenemos fundadas sospechas que este mesón estaba a la salida del pueblo, al principio de la calle Derecha, a la altura de los primeros números de esta calle. A pesar del nombre, este mesón servía de posada para caballeros, muleteros, comerciantes, viajeros, militares, buhoneros… Todos ocupaban los camastros que ofrecían estas posadas y se satisfacían con sus comidas y bebidas y utilizaban sus tinas para asearse. Para las caballerías disponían de amplias cuadras y patios para los carruajes.
Mientras esperaba para que le sirvieran la cena, Baretti sale a pasear por la calle, poco que visitar, según comenta en su crónica, y rápidamente se ve rodeado por un grupo de niñas que se acercan a curiosear al extranjero. Baretti, en un gesto cotidiano se saca el reloj del bolsillo, las niñas observan los gestos del forastero y el aparatito. Esto le da pie a Baretti para atraer más, si cabe, la atención de las niñas. Empiezan las preguntas y respuestas. 
Una de las más avispadas le pregunta y el contesta que es un reloj y que le dice las horas. Las niñas aún más asombradas siguen preguntando por si el reloj hablaba. Baretti le acerca a la niña el reloj a la oreja para que escuche el tic-tac. Todas se agolpan para escuchar como “habla” y lo que “dice” el reloj.
Al grupo de niñas se unen algunos hombres y mujeres por el griterío y el barullo que formaban. 
Baretti les explica el funcionamiento del reloj, pero los curiosos no son capaces de entender y el viajero desiste de dar más explicaciones.
Suponemos que el reloj que llevaba nuestro viajero sería el reloj típico de bolsillo, que en aquellos años se colocaba en un bolsillo pequeño que llevan los pantalones junto a la cintura (actualmente podemos ver este pequeño bolsillo en los pantalones de pinzas y en los vaqueros). Este reloj solía llevar una cinta y cadenas de las que se tiraba para sacar el reloj del bolsillo y que iba muy adornada. Mucho tiempo después, este reloj se pondría en el bolsillo del chaleco con una cadena sujeto a un botón o al ojal del chaleco.

Reloj de sol del Convento de Carmelitas descalzas de Talavera la Real.

Y si no conocían los relojes, cómo se las arreglaban para saber las horas? 
Ya en esos años, mediados del siglo XVIII, era normal que las clases más altas, militares de alta graduación, eclesiásticos distinguidos, dispusieran de estos artilugios, pero las clases medias y bajas no tenían medios para comprar estos aparatos, casi todos eran de oro o plata, hechos a mano y con gran cantidad de adornos, por lo que su precio seria muy elevado. Además en nuestro pueblo estos personajes de clases sociales altas solo eran una pequeñísima minoría y los más de estos con residencia en otras localidades más importantes como Badajoz o Mérida.
El pueblo se orientaba por el sol y por los toques de campanas. Pero cómo sabían en la iglesia, el convento o ermitas la hora? Pues un recurso muy popular eran los relojes de sol. Aunque el inconveniente serían los días nublados, sin sol. Pero se las apañarían. Con un par de relojes de bolsillo, más los de sol, quizás algunos de arena, o de péndulo.
Por más que hemos hemos indagado en la iglesia parroquial no hemos encontrado ningún reloj de sol. Tampoco en la ermita de San José, de las demás ermitas solo se conserva la del cementerio y tampoco nos revela ningún indicio de que pudiera tener uno de estos relojes. Pero, sin embargo, en el Convento se conserva, un poco deteriorado, un reloj de sol, que en su momento tuvo que tener su encanto. Está situado en la fachada orientada al norte de lo que las hermanas llaman el jardín. Esta orientación es fundamental para que el reloj esté siempre expuesto al sol y así la sombra del clavo (en nuestro caso metálico) pueda señalar las horas. 
A pesar de las numerosas capas de cal que lo cubre y la altura a la que se sitúa, nos parece que la forma está grabada sobre el ladrillo de la pared. No se observan señales de números, ni letras ni otro adorno. 
Es uno de los muchos tesoros ocultos que encontramos en nuestras averiguaciones sobre Talavera y que nos sirven para escribir estas pequeñas anécdotas de nuestra historia local, y que, como bien sabéis, nos encanta compartir con todos vosotros.
A ver si alguno más se interesa por estos trabajos, por estos estudios, de verdad que es apasionante.

Cristóbal Cansado y Antonio Gómez. Junio de 2018.

Publicado en el diario digital "Talavera con V" el 4 de junio de 2018.


DE VERANEO


Familia de talaveranos (Broncano) en Figueira da Foz. Finales de los años 20 del siglo XX.

Esto de irnos de veraneo nos viene de largo.
En el siglo XIX se empezó a poner de moda tomar los baños de mar y de sol como un remedio para algunos males y enfermedades, tanto físicas como psicológicas. La realeza y todo su séquito pusieron de moda estos baños y el resto de la población, en la medida de sus posibilidades, fue haciendo lo mismo: en agosto al mar.
Los centro-europeos e ingleses viajaban a las costas del Cantábrico buscando el sol y la bonanza del clima español. Mientras que las monarquías y, por imitación, las clases más pudientes elegían sitios emblemáticos como Biarritz, las clases medias y/o menos acomodadas se conformaban con playas más populares, donde los precios eran más asequibles.
Todo esto en el norte de España, pero qué ocurría en Extremadura? 
Aunque nos pudiera parecer lógica la respuesta de que era ir a las playas del sur, Huelva o Cádiz, nada más lejos de la realidad.
Los extremeños, también podemos hablar de castellanos y madrileños, optaron por las playas de Portugal. 
A principio del siglo XX eran habituales las crónicas en los periódicos que nos relatan las salidas y llegadas de familias extremeñas, más concretamente badajocenses (es lo que más hemos rastreado por nuestro interés particular) a los lugares de veraneo.
También recordamos haber visto fotografías, lástima que en su momento no consideramos oportuno sacar copia y algunas han perdido el mundo de vista y otras en paradero desconocido.
Pero Portugal, qué parte de Portugal?
La zona más concurrida por nuestros paisanos en el país vecino era la Costa da Prata, la reina de las playas portuguesas, como se la conocía en aquellos tiempos. Esta playa abarca desde Peniche (al norte de Lisboa) hasta Aveiro (sur de Oporto), más o menos.
Y al igual que en el norte de España había una división de destinos según el nivel económico, en estas playas ocurría lo mismo. 
Las clases más privilegiadas se acomodarían en Estoril y Cascais y la clase media optaría por destinos como Nazaré o Figueira da Foz.
Esta playa ofrecía una oferta turística muy interesante para los veraneantes badajocenses, hoteles, habitaciones y casas de alquiler, bares y restaurantes, casinos y salas de juego (muy de moda en esos años) y los inevitables bailes en funciones de mañana, tarde y noche. También ofertaban, según la prensa de la época, toros, regatas, tenis, carreras de caballos, concursos de tiro,… todo un completísimo programa de actos para los amantes de la diversión, estamos en los felices años 20 del siglo XX. Y con unos precios mucho más asequibles que los que tenían otras playas como las de Cascais o Estoril, y muchísimo más baratas que las del norte de España.
Otro factor determinante para que nosotros y nuestros vecinos optaran por estos destinos era el tren. Sí, el ferrocarril. Desde que se construyó la linea de trenes que se adentraban en Portugal, estamos hablando de la segunda mitad del siglo XIX, era mucho más fácil acceder a este país y a todo lo que nos pudiera ofrecer. Este tren pasaba pasaba por Badajoz con destino a Lisboa y se ramificaba al norte hasta Oporto, que era la línea que nos interesa reflejar en este artículo.
Este tren era conocido entre los veraneantes como el “Tren Botijo”, imagínense por qué le pusieron ese nombre. 
Y los talaveranos también disfrutaron de estas salidas de verano. 
Talavera, desde mediados del siglo XIX, ya tenía estación de tren, aunque al otro lado del Guadiana, pero era muy frecuente usar este medio de transporte, no solo para el veraneo, también para los viajes comerciales, transportes de mercancías, desplazamientos a Badajoz, Mérida y otras poblaciones… El que estuviera tan distante del pueblo sería una de las causas para que tuviera tan poco uso y acabara desapareciendo.
Como apuntábamos más arriba, la prensa se hacía eco de las salidas y llegadas de veraneantes al pueblo. Curiosamente, y aunque las familias se iban completas, el padre de familia podía ir y volver en varias ocasiones. Tengamos en cuenta que el mes por antonomasia de vacaciones era agosto y en sitios como el nuestro estamos en pleno apogeo de la actividad agrícola (cereal) y ganadera. Así mientras las mujeres y niños veraneaban los hombres hacían de “Rodríguez”.
La presencia de badajocenses y talaveranos era tan numerosa que según un periódico de la época, “El Correo de la Mañana” del 20 de agosto de 1920 publicaba la noticia de la función religiosa que había organizado la comunidad de Badajoz en Nazareth. 
Con motivo de la celebración del día de Santa María de Agosto (15 de este mes), oficiaron una solemne misa en la iglesia, ante la imagen de Ntra. Sra. de Nazareth, el beneficiado de la catedral de Badajoz, D. Delfín Carballar, el Chantré de esta misma catedral D. Enrique Triviño y el cura párroco de Talavera la Real D. Jesús Aponte Ponce. 
La parte musical estuvo en manos del organista de Talavera la Real, D. Manuel Ortiz y un coro de señoritas entre las que figuraban las sobrinas del cura de nuestro pueblo, las señoritas Adelina y Elia Sánchez Aponte, y quizás alguna talaverana más por los apellidos que se mencionan.
Tal fue el éxito de la función que las autoridades portuguesas invitaron a los participantes a repetir la función el siguiente fin de semana.
En fin, que disfruten del veraneo, los que puedan, otros, de momento, seguiremos en el tajo.

Cristóbal Cansado y Antonio Gómez. Julio de 2018.

Publicado en el diario digital "Talavera con V" el 7 de julio de 2018.

TALAVERA LA REAL Y LA INDUSTRIA DE LA SEDA

A finales del siglo XVIII publica D. Eugenio Larruga y Boneta las “Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercios, fábricas y minas de España…” como secretario de la Dirección de Fomento General del Reino de España, “cuyas atribuciones debían ser, entre otras,  seguir correspondencia en materia de industria y comercio con todos los cónsules; reuniendo por su medio y el de los intendentes todos los datos y noticias conducentes acerca de la población, producción, industria, etc.” de España y sus islas.
Así D. Eugenio, siguió las corrientes de los enciclopedistas franceses y posteriormente los ingleses, recopilar información para publicar extensos diccionarios con información completa, en su caso de todo el Reino de España.  Para ello contaba con colaboradores en todas las provincias, que siguiendo los extensos formularios que el Sr. Larruga les enviaba y que debían ser devueltos correcta y fielmente rellenos.
Para este ingente trabajo, estuvo recopilando información desde el año 1788 hasta el 1800, en que deja sin concluir su gran obra. Lo fue publicando por tomos y llegó hasta el número 45, en que estaba trabajando con los datos aportados por Galicia.
Y después de esta breve introducción pasamos a lo que más nos puede interesar.
El tomo número XXXIX, a parte del título general de la obra, lleva el subtítulo siguiente: “Ganados, ríos, comercios, contribuciones, ferias, mercados y manufacturas de seda y lana de la provincia de Estremadura”. Fue publicado en la oficina de D. Antonio Espinosa en Madrid, el año de 1796.
Buscando y rebuscando en este interesantísimo tomo, nos encontramos con una entrada referida a nuestro pueblo, Talavera la Real. (Quizás hayamos dejado atrás alguna otra información, pero no os preocupéis, seguiremos dándole vueltas, por si aparece algún otro dato, que pasaremos a contaros inmediatamente).
En este tomo, en la página 263, Memoria CLXVIX, Fábricas de lana y seda de la provincia de Estremadura, nos cuenta que “en la Villa de Talavera la Real se hacen algunas gruesas de cordones de seda de capullo.”

Como hemos conocido la cría del gusano de seda, en caja de zapatos.

Al principio, a pesar de leer y releer la frase, empezar y seguir con el texto, no éramos capaces de entender lo que venía a decir. Tuvimos que recurrir a personas (Dabi Latas) que de esto saben muchísimo más que nosotros y nos explicaron lo que quería decir el autor.
Una gruesa de seda es un cordón que se hace con 12 hilos de seda sacados cada uno de doce capullos. Es decir, un cordón de gruesa se hace con hilos de 144 capullos de seda. Es curiosa la manera de contar en base a 12 y sus múltiplos que se usaba antiguamente y que hemos ido perdiendo poco a poco. Actualmente todo se hace con la base decimal de 10. Bueno, quedan algunos ejemplos como los huevos o los dulces, que se siguen contando por docenas.
En cuanto a la economía que esto suponía para el pueblo, tenemos que aclarar, como en los demás pueblos que se nombran con otras industrias textiles, que era una segunda fuente de ingresos para las familias. Tengamos en cuenta, que las actividades principales en aquella época eran la agricultura, la ganadería y la silvicultura (caza, pesca, leña, miel…). Pero en época de cría del gusano de seda, sería un buen suplemento para las familias que dispusieran de mano de obra para realizarla (mujeres, niños, ancianos… ya que no requiere mucho esfuerzo ni espacio, ni maquinaria muy especializada). La producción en bruto, como pasaba, pasa y pasará en Extremadura, salía fuera. Y estos intermediarios que se llevaban el producto para venderlo fuera, los fabricantes de los tejidos, los que comerciaban con el tejido, serían los que de verdad le ganarían dinero.
La producción iba casi en su totalidad para las fábricas de la provincia de Toledo.
Esto de la actividad textil como segunda fuente de ingreso debió ser muy popular en los siglos XVIII y XIX por que en el año 1835 se publica una Real Instrucción regulando la actividad. Es decir, venía a regular quienes de los que se dedicaban a estos menesteres tendrían que pagar contribución.
Interesantísimo tema para quien quiera ampliarlo. Nosotros hasta aquí hemos llegado, de momento.
Feliz vuelta a la normalidad, aunque en Talavera decimos que hasta que no pasa la Feria… Nosotros ya estamos en marcha.

Cristóbal Cansado y Antonio Gómez. Septiembre 2018.

Publicado en el periódico digital "Talavera con V" el 9 de Septiembre de 2018.

SILVICULTURA



Carboneros. Preparando el carbón de encina en una dehesa de Talavera la Real.

De siempre hemos valorado a la agricultura y ganadería como actividades principales de la economía de nuestro pueblo, nuestra provincia, incluso de nuestra región. Pero hemos de considerar la importancia de otras actividades para la economía doméstica, sobre todo en tiempos difíciles.
Incluso hoy en día vemos como una parte de la población se ocupa de otras actividades para completar el sustento de sus hogares.
Ya en un artículo anterior comentábamos la, hasta ahora desconocida, tarea de hilar la seda como una actividad secundaria en los hogares talaveranos en siglos anteriores.
En esta ocasión le vamos a dedicar unas líneas a la silvicultura. Que para nosotros, en esta ocasión, la vamos a definir como el aprovechamiento que nos ofrece la naturaleza sin que tengamos que intervenir, solamente recoger lo que nos ofrece y con ninguna o una pequeña transformación vamos a obtener algún beneficio.
Si nos centramos en la agricultura, cultivos, vegetación, sabemos como se han aprovechado los recursos que nos ofrecía el campo, como por ejemplo el “rebusco”, es decir, una vez concluidas las tareas agrícolas, el dueño dejaba en la tierra productos que no le interesaban y que a los rebuscadores les venía bien: tomates, patatas, bellotas, maíz, etc.
Otras veces el producto se cría salvaje, como los espárragos, las tagarninas, los cardillos, las romazas, el romero, el tomillo, la lavanda y otras plantas medicinales como la “tolosana”, manzanilla, “zolla” y otras mil que nos darían para un artículo completo. Productos que han servido para comer, para vender y para curar algunas dolencias.
El mundo vegetal nos ofrecía también productos valiosísimos como la leña, en bruto o para hacer carbón y carbonilla (fundamental para los inviernos y para cocinar), el corcho, las cañas, el esparto, los juncos y las juncias, el mimbre…


Carboneros preparando el carbón de encina en una dehesa de Talavera la Real.

Y si nos fijamos en los animales, se nos abren muchísimas posibilidades que nos ofrece la naturaleza para, de una manera u otra ganarse la vida.
La caza, de conejos, liebres, zorros, cochinos jabalíes, codornices, “pajaritos”, perdices, zorzales, avutardas, han sido una constante fuente de ingresos para nuestras familias, como cazadores, asistentes en cacerías, criadores de galgos y podencos, otra manera de vivir del campo.
Es en este apartado donde debemos hablar del silvestrismo: todo lo relacionado con los pájaros cazados en vivo, principalmente los jilgueros y verderones, para ser vendidos como animales domésticos o para incubar y criar pajaritos de otras especies.
También nos gustaría mencionar aquí el mundo de las abejas, con su miel, su cera, el arrope. Que aunque no mayoritario, si que tuvo su hueco.
En el reino animal destacamos también la pesca. Hemos sido privilegiados por tener dos ríos( el Guadiana y la rivera) y algunas charcas que nos han proporcionado peces y en cuya actividad se han dedicado familias de nuestro pueblo, y los hemos visto pescar, en las tradicionales barcas del Guadiana,  y vender sus capturas por las calles: bogas, machos, carpas, blases, alguna anguila... Inciso para destacar la poca garantía que nos puedan ofrecer cualquier pez capturado ahora en nuestros ríos y charcas, contaminación, basuras, vertidos, camalote, aguas subterráneas con purines...
Con estas líneas queremos contribuir a valorar el esfuerzo que ha supuesto para muchas familias talaveranas el ganarse el pan de cada día, recogiendo lo que le ofrecía la naturaleza o la generosidad de otros vecinos (en el caso del rebusco) no sólo para el consumo, sino también para la venta (espárragos, romazas, tagarnillas) o para el engorde de sus animales (bellotas, maíz, restos de cultivos). También para la construcción como las cañas para las paredes o techos y las juncias, juncos y esparto para los chozos. Igual podemos decir de los animales que han servido para alimento en las casas, para ser vendidos por su carne o su piel, o para su venta en vivo.


Carboneros. Envasado del carbón de encina en sacas. Dehesa de Talavera la Real.

Hoy en día, donde todo está tan legislado y regulado, se hace muy difícil que se puedan practicar muchas de las actividades mencionadas anteriormente, aunque aún vemos algunas (espárragos, caza, pesca..).
Seguro que si nos ponemos a desgranar este tema nos da para un enorme artículo, pero nos gustaría, como en ocasiones anteriores, que sirviera de lanzadera por si fuera del interés de algún estudiante y le dedicara el tiempo que merece.

Cristóbal Cansado y Antonio Gómez. Octubre 2018.


Publicado en el diario digital "Talavera con V" el día 7 de octubre de 2018.

domingo, junio 24, 2018

MARCAR LA ROPA DE HOMBRE





INTRODUCCIÓN
A la hora de describir la indumentaria tradicional solemos recrearnos en las prendas femeninas en detrimento de las masculinas.
La explicación puede ser obvia aunque no siempre justificada. Las ropas de mujer suelen ser mucho más vistosas y recargadas de adornos, las de hombre, por el contrario, mucho más sobrias y muy pocos detalles en los que recrearnos. Además el estudio de las prendas femeninas ofrecen mucho más juego, la evolución ha sido constante: tejidos, colores, hechuras, complementos… La indumentaria masculina permanece constante, con muy pocas variaciones a lo largo de los años, incluso siglos, sobre todo en lo que respecta al vestuario de las clases más populares.

Detalle de camisa de hombre con botonería de nacar e iniciales en el lado delantero izquierdo. 

Hoy nos toca romper una pequeña lanza en el adorno del ajuar masculino y os vamos a presentar esta pequeña comunicación sobre las marcas en la ropa de hombre. Abarcaremos un lapso temporal que va desde finales del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX. Justificamos este periodo basándonos en las muestras que conservamos a través de las prendas originales y alguna que otra fotografía. A partir de la segunda mitad del siglo XX esta costumbre va desapareciendo a marchas agigantadas, tanto  es así que en algunos blogs y páginas especializadas en moda recomiendan no marcar la ropa por considerarlo desfasado. Por el contrario, las casas comerciales han tomado esta costumbre para identificar sus prendas con su logotipo, que incluso llegan a colocarse en el mismo sitio que tradicionalmente se hacía: el lado izquierdo, a la altura del pecho en el caso de la camisería, sueters, polos...

Toalla de felpa de hombre con bordado de iniciales con hilos de varios colores.

Todo el material que vamos a presentaros está recogido en Talavera la Real (Badajoz), para lo que hemos escogido una muestra, teniendo en cuenta que  los modelos se repiten y, además, no han sufrido ninguna variación a lo largo de estos, casi, 100 años.

Calzoncillo corto, con bordado de iniciales en el lado izquierdo de la cinturilla.


MARCAR LA ROPA
La forma de identificar al dueño de una propiedad (prenda, hacienda, casa, moneda, ganado…) se remonta al principio de los tiempos.
Ante la imposibilidad de que aparezca el nombre completo en el objeto que hay que identificar se opta por la sincretización progresiva, es decir, se va acortando el nombre hasta que al final se reduce a unas iniciales, un símbolo, una imagen, una parte por el todo.

Pañuelo de bolsillo de hombre con iniciales bordadas.


En el caso de la ropa ocurre igual. Los hombres tuvieron la necesidad de marcar su ropa para diferenciarla de las de los demás.

Detalle de camisa en tono liso, con bordado de iniciales en color contrastado.


Se nos ocurren muchos ejemplos del porqué de esta identificación y autentificación de la propiedad.
Cuando realizábamos la búsqueda y selección de material, los dueños nos explicaban como en familias numerosas, con varios hijos, tenían que ponerles una señal para saber de quién era la camisa, el calzoncillo, el pañuelo…

Otro modelo de iniciales bordadas en calzoncillo corto, esta vez a punto de cruz monocromo.

Estos hijos, cuando se hacían mayores y tenían que marchar, sobre todo al ejército, era fundamental que llevaran todas sus pertenencias correctamente marcadas para poder diferenciarse del resto de la tropa.

Pañuelo con iniciales bordadas a dos colores.     


Hay otros motivos no menos importantes, familias que compartían vivienda (por desgracia no siempre cada unidad familiar ocupaba una vivienda),  que compartían lavadero y tendedero, cada cual tenía que saber cuales eran las prendas de cada uno.

Tabla de control de prendas de lavanderas.


También estaban las lavanderas, que solícitas acudían a las casas a recoger la ropa para lavar y, aunque cada casa se encargaba de entregar la ropa envuelta en un pañuelo o una sábana, en el lavadero acababan todas juntas. (Un pequeño inciso: cuantos pañuelos de busto se perdieron en este trasiego de ropas a lavar y devueltas a su dueño en otros de inferior calidad, deteriorados y rotos o un trozo de trapo en lugar del pañuelo de cien colores, de sandía, de cenefas…) Para el control del número de prendas se valían de una tabla con los nombres de las prendas, unas cuerdas y unos pequeños orificios para contar cuantas prendas se entregaban y cuantas tenían que entregar las lavanderas.

Detalle de las iniciales bordadas en una toalla de felpa de hombre. Monocolor y muy elaborada.


BORDAR LAS PRENDAS
Aunque hubo grandes bordadores, un merecido reconocimiento a los más grandes, los monjes del Monasterio de Guadalupe, esta tarea fue siempre femenina.
Las madres, hermanas, novias eran las principales artistas de esta producción. Amén de profesionales bordadoras que se dedicaban a estas tareas, nunca bien pagadas. A la par que se preparaba el ajuar femenino, se confeccionaba y marcaba el masculino, si bien éste era mucho más sobrio que el de la mujer.
Todo un mundo rodea al arte del bordado, no podemos extendernos tanto, sólo comentar algunos detalles que puedan ser interesantes.

Dechado de finales del siglo XIX. Bordado por Josefa Codosero en Talavera la Real.

Aunque los modelos han existido desde el siglo XVI (en 1523 se edita el primer catálogo conocido de muestras de bordados) no era habitual que las clases más populares tuvieran acceso a estas publicaciones. Ya a mediados del siglo XIX empiezan a ser habituales las suscripciones a revistas de moda en Talavera, en donde era habitual encontrar, a parte de los patrones, modelos de letras y números para ser bordados. Serían las criadas, modistas y empleadas de las casas con posibles las que copiarían estos modelos para reproducirlos en sus prendas.

Dechado bordado por Mª del Carmen Broncano en Talavera la Real, 1947. (Tenía 11 años).

Para esta tarea se valían de los “dechados”, muestrarios de diferentes tipos de letras y números, de puntos, de deshilados, y de los que sacarían sus creaciones. Los primeros dechados conservados se remontan al año 1598. En Talavera hemos localizado y fotografiado uno de finales del siglo XIX y otro de mediados del siglo XX.

Camisa de faena, listada, con las iniciales bordadas en un tono más fuerte.


TÉCNICA
Las iniciales podían elaborarse mediante la técnica del bordado en liso  (muy poco apreciable, en el mismo color de la tela y sin apenas grosor), bordado en blanco (bordado blanco sobre tela blanca, sobre todo para ropa interior y de boda), bordado de fantasía (bordado en colores de seda o algodón, con algo de relieve, acompañado de pequeñas flores, guirnaldas…) y bordado en punto de cruz (sobre todo utilizado en prendas de más uso, de diario o de tamaño más grande).

Detalle de calzoncillo largo, posiblemente de boda, con iniciales en dos tonos y botones de nácar.

Los bordados de las iniciales siempre se colocaban en la mitad izquierda de la camisa, del calzoncillo… No hemos encontrado ninguna prenda que las llevara en otro sitio.
Siempre se bordaban la inicial del nombre y la del primer apellido. En algunos países es habitual que aparecieran más de dos iniciales. En muy escasas prendas hemos encontrado el nombre propio escrito con todas las letras, la inicial en mayúsculas y el resto en minúsculas, sin el apellido.

Detalle de pañuelo bordado con el nombre de pila completo. Muy inusual.

Detalle de camisa de faena con el nombre de pila bordado, sin apellido. No era habitual.

En otras prendas complementarias podían ir centradas en el embozo (mantas y toallas), en la mitad de la prenda (talegas) o en el centro de una de las esquinas (pañuelos)
El tamaño de las letras era de unos milímetros en las prendas de vestir y de algunos, centímetros, pocos,  en las prendas complementarias. Donde aparecen en un tamaño mayor es en las mantas de caballo.

Detalle de manta de hombre con iniciales bordadas a punto de cruz, monocolor y tamaño grande.


Los colores, como todo lo masculino, vienen a ser discretos, de un tono o dos más fuertes que la prenda sobre la que se borda, algunas veces combinando dos o más colores. En las prendas de boda se optaba por el blanco sobre blanco.
Los colores más fuertes y vistosos los encontramos en los complementos.

Preciosas iniciales de estilo modernista en una toalla de principios de siglo XX.

Ya comentamos anteriormente que se valían de dechados y muestras para elaborar los bordados, lo que suponía estar al tanto de la moda, cambiando el tipo de letra según las corrientes artísticas del momento, romanticismo, realismo, art nouveau, regionalismo, racionalismo, etc. En los dechados podemos observar distintos tipos de letras y números, luego la habilidad e imaginación de las bordadoras favorecerían la diversidad de combinaciones posibles.

Detalle de pañuelo de bolsillo en tonos azules e iniciales bordadas a tono.


PRENDAS
Dentro de las distintas prendas que componen el ajuar masculino marcadas con bordados podemos encontrar:
Ropa interior, principalmente los calzoncillos, siempre blancos. Los más antiguos, largos, hasta el tobillo donde se anudaban con una tranzadera. Ya más avanzado el siglo XX aparecen los calzoncillos cortos, de largo hasta por encima de la rodilla. El bordado se localiza en el lateral izquierdo, en la cinturilla. Destacan unos calzoncillos con un tejido más rico, de hilo y con bordados en blanco, según nos comentan eran los de boda, perfectamente conservados por su poco uso, quizás solamente en esa ocasión. Se aprecia un bordado más elaborado, más detallista.

Calzoncillo largo de boda, tejido lino, bordado en seda blanco con iniciales. Finales siglo XIX.


Calzoncillo corto, de principios de siglo XX, con iniciales en cinturilla.


Calzoncillo corto 1, pequeñas iniciales en la cinturilla junto al botón.


Calzoncillo corto 2. Iniciales bordadas en un tono pastel, pequeñas, discretas.


Calzoncillo corto 3. Iniciales pequeñas y discretas para una prenda de diario. 

El hombre también podía usar camisetas de lana, para invierno, con mitón en los puños. Cuello a la caja, con abertura en el delantero, tres o cuatro botones para abrochar. Aunque se compraban ya confeccionados, se solían marcar al igual que otras prendas. (No hemos encontrado ninguno, por lo visto eran usados, cuando se estropeaban, para fregar los suelos de ladrillos o de piedras; era un tejido muy basto que resultaba idóneo para resfregar con fuerza).
Las camisas de colores sobrios lisos o con pequeños cuadros o listas finas, sobre todo las de faena o diario. El bordado, como ya indicamos en el delantero izquierdo, a la altura del pecho. Bordado con letras muy sencillas sin apenas adornos, en color del tono de la camisa o poco contrastado. Normalmente en un solo color.


Camisa de hombre de listas en azul e iniciales bordadas en azul.


Camisa de tono liso e iniciales bordadas en tono suave y poco contrastado.

Las camisas de boda, en blanco, aparecen con una pechera de jaretas. Llevan el bordado en blanco o acompañado con algún tono pastel, muy suave. Muy bien conservadas por su poco uso.

Camisa de boda con pechera de jaretas e iniciales en dos tonos. Botones de nácar.


Camisa de boda con delantero liso. La iniciales bordadas a fantasía. Muy elaboradas.


Hemos encontrado algún calcetín tejido a punto de media con las iniciales bordadas en el mitón. No es frecuente encontrar estos calcetines por el deterioro que sufrían de su uso continuado.


Calcetines con iniciales bordadas a punto de cruz en el mitón. Apenas perceptible.



Hay otros elementos del ajuar masculino que pueden llevar marcadas las iniciales del propietario:
Pañuelos de bolsillo, con unos bordados muy elaborados.

Pañuelo de bolsillo con inicial bordada en granate, al igual que las listas del pañuelo.


Toallas, de felpa. Bordadas con color contrastado con el de la toalla, dibujos muy artísticos, colocado en el centro de un lateral, a unos 10 cm del borde.

Toalla de felpa 1. Iniciales del color de un detalle de la cenefa de la toalla.


Toalla de felpa 2. Con el color de las iniciales más fuerte para contrastar.


Toalla de felpa 3. Iniciales contrastadas en un tono liso y fuerte.


Toalla de felpa 4. Iniciales contrastadas en verde fuerte.


En estos elementos seguimos con las técnicas, colores y tipos de letra que hemos comentado anteriormente.
Prendas relacionadas con el trabajo: nos estamos refiriendo a las talegas. Bolsas de tela de cuadros pequeños o listas, de unos 35 x 50 cms que se cierran en la boca con una tranzadera o cordón. En ella se solían llevar la merienda al campo o al tajo. El bordado, normalmente en punto de cruz, se sitúa en el centro. Siempre monocolor y sin adornos.


Talega 1. Cuadros vichí azul e iniciales en azul.


Talega 2. Cuadros de vichí en verde e iniciales en verde.


Talega de cuadros multicolores e iniciales en uno de los tonos.

Mantas. Con una variante, la manta de caballo, usada para ser llevada sobre el animal, delante de la silla de montar, colocada de forma que se pueda apreciar el bordado con las iniciales. Se lucían en ocasiones especiales, como las romerías, las visitas de quincena a las novias, los paseos a caballo.


Fotografía de la romería de San Isidro en Talavera la Real. Pareja a caballo con manta de caballo bordada a fantasía. Suponemos que en varios tonos. No se conserva.


Destacan algunas por su esmero en la elaboración. De este modelo, el Grupo de Coros y Danzas Luis Chamizo de Talavera la Real, tomó la idea para adornarse los fajines que usan los hombres en sus actuaciones.

Detalle de iniciales bordadas a punto de cruz en manta sin flecos. 


Manta de caballo con iniciales bordadas a monocolor con hilo de algodón. Muy bien conservada.

Las mantas cameras también llevan las iniciales bordadas, más sencillas, generalmente a punto de cruz. Este tipo de mantas tienen flecos más cortos o carecen de ellos. Las mantas de caballo suelen llevar flecos más largos y el bordado más elaborado y más vistoso.

Manta de caballo con iniciales bordadas a punto de cruz. El fleco largo deteriorado.


Hay otro elemento relacionado con el trabajo de los hombres de campo, sobre todo los agricultores, que aunque no es prenda, nos sorprenden por llevar las iniciales del propietario. Estamos hablando de los costales. Un costal es un saco, confeccionado con un tejido basto, de color crudo con listas en tonos azul o rojo. Se utilizaba para acarrear el cereal.

Costal. Iniciales del propietario y número. 

Es lógico pensar que esta pieza llevara las iniciales del dueño si tenemos en cuenta que las eras, espacios públicos donde se trillaba, aventaba, pesaba y ensacaba el cereal era compartido por gran número de agricultores. Era práctica habitual que cada uno tuviera localizado sus costales. Es más, junto a las iniciales se podían poner un número, es decir, para leer como: Costal número 8 de Juan Pérez.

Detalle de calzoncillo largo con iniciales en azul. El ajuste de la cintura va con tirilla y botones.

En estos costales era imposible bordar las iniciales por lo que se recurría a pintarlas usando una plantilla o unos hierros de marcar y utilizando pintura normalmente de color negro o lo que se conoce como “pega”  o “repega”, una especie de alquitrán negro con el que se marcaba a las ovejas.
Es posible que hubiera otras prendas del vestuario masculino que pudieran ir marcadas. Nosotros os ofrecemos las que hemos encontrado tras un rastreo por el pueblo.


Camisa de faena con iniciales bordadas en verde, del tono de la lista.

Como hemos comentado en otro momento, el vestuario masculino fue siempre atemporal, no variaba mucho con las modas, ni en hechuras, ni en colores, ni en adornos, por lo que es más que probable que las piezas se usarían hasta estar agostadas, incluso, tras observar muchas fotos, apreciamos que el vestuario de niños era el mismo que el de jóvenes, mozos y mayores, por lo que algunas prendas se usarían por distintas generaciones, con los pertinentes arreglos, parcheados, vueltas de cuello, cambio de cuello por tirilla, culeros, coderas, mangas largas que se transforman en cortas, bastillas postizas, etc. etc. etc.

Detalle de iniciales bordadas en toalla de felpa con el color de la cenefa.


Casi el 90 % de esta comunicación está hecha a partir del trabajo de campo. Alguna consulta hecha a través de internet y muy poca, o ninguna, bibliografía, más que nada porque no la hemos encontrado.
Agradecer a todo el pueblo de Talavera la Real (Badajoz) por la atención que nos prestan, la ayuda que nos proporcionan, su permiso para fotografiar las prendas, husmear en sus cajas de fotos… Siempre GRACIAS.